Ya está disponible la web de Fundamentos Web 2006. Todavía no se ha abierto el plazo de inscripción, ni se han publicado la cuantía de las tasas. Las noticias, como no puede ser de otra forma, van cayendo con cuentagotas. Lo cual, además, parece ser positivo ya que está generando mucha expectación. Mientras, al margen de comentarios sobre la calidad de la web del evento, lo que parece que más se mueve por la red son quinielas sobre los ponentes.

Por mi parte, y en mi humilde opinión, lo menos importante es quien venga o deje de venir. Que sí, que en principio la calidad de los ponentes es lo que le da categoría al evento. Y que si no es por el cartel tan llamativo de la primera edición, encabezado por Jakob Nielsen, probablemente no hubiera habido tanto éxito, y quizás ahora no estaríamos hablando de la segunda. Por supuesto, además, algunos no tendrían sus fotitos con el Pemberton para colgar en el blog, con lo monas que quedan, y demás.

Pues sí, está muy bien que cada uno aporte sus ilusiones personales, pero la verdad, me quiero distanciar un poco de todo esto. Dudo que por estar un momento en vivo con alguno de estos gurús vayamos a salir tocados por la divinidad. Dudo siquiera que se nos vaya a pegar algo, al margen de un resfriado. Por supuesto poder asistir a ponencias de estas personas forma parte de una experiencia enriquecedora. Pero en definitiva, en última instancia, sus conocimientos nos los van a transmitir a través de sus libros, sus sitios web, blogs, artículos, etc.

Dicho esto, quiero subrayar que hay algo que me parece que se está pasando por alto y que, insisto, me parece lo fundamental:

La oportunidad que nos brinda el evento, en sí mismo, para crear comunidad.

Que, en primer lugar, tomemos conciencia de que somos un grupo importante de profesionales y que podemos formar una comunidad lo suficientemente sólida como para que se nos empiece a tener en cuenta. Que hasta el momento no lo somos. Que tenemos que empezar a vernos como un colectivo con un peso importante, y que, por contra, en la actualidad estamos ninguneados. Somos meros picapedreros de última fila. Quizás esto no ocurre, o en menor medida, con los tres o cuatro grandes, localizados en Madrid o Barcelona, que se reparten el pastel de los clientes gordos. Pero sí nos pasa a la inmensa mayoría de profesionales del sector, que estamos en provincias, peleándonos con el empresario o el funcionario de turno por cuatro míseras perras. Y que casi que nos da la sensación que somos absolutamente sustituibles por el primero que pase por la puerta y diga que es informático.

Observo como en comunidades, como la lista de Cadius, en repetidas ocasiones se leen quejas salariales del tipo: “los americanos cobran tanto” o “tienen un sueldo de cuanto”, y que “aquí no se paga ni una cuarta parte”. Parece ser que ante esa problemática solo se acierta a decir: “ah, pues yo me quiero ir a los EEUU” ¡Pues menuda solución! ¡Es que nos lucimos! Todo esto tiene que cambiar. Pero lo tenemos que cambiar nosotros. Desde aquí. Que fácil es esperar a que se nos dé todo hecho.

Tenemos que luchar porque se nos tenga en cuenta como el colectivo de profesionales que formamos la piedra angular de la sociedad de la información, esa que tanto insisten en vender. Sin embargo, paradójicamente, se nos tiene en el olvido. Se tiene que empezar a reconocer nuestro trabajo, y sobretodo nuestra profesión ¿Por qué una huelga de pilotos puede paralizar un país y a nosotros lo único que parece que nos hace levantar de la silla es la chorrada del canon de los CDs? ¿Qué ocurriría si los que nos dedicamos al desarrollo web alzáramos nuestras voces para decir que existimos? ¿Cómo sería una huelga de webs caídas? ¿No sería capaz, como mínimo, de llamar la atención de los medios?

Sé que no es correcto confundir ni mezclar el objetivo real de este evento para hacer política, o reivindicarnos sindicalmente. Pero puede ser una ocasión preciosa, ya que nos reunimos muchos y muy diversos, para que sea el punto de partida de algo, y si no lo vemos es que estamos ciegos.