Cuando entras a un bar y observas a dos o más personas mayores, copa de vino o cerveza en mano, hablando, de fútbol o de lo que sea, a grito pelado, (aunque se encuentren a un palmo en la otra esquina de la barra los cánones dicen que ha de ser a gritos), puedes observar que, aunque todos los indicios puedan señalar lo contrario, se están comunicando. Tú, particularmente, no tienes por qué entender nada de lo que están diciendo, pero ellos están traspasándose información e interactuando. Desde mi punto de vista, y a todas luces, su comunicación es analógica. O al menos aquello que entendemos, o relacionamos, con lo analógico. Y no hablo de la señal acústica o de los receptores sensoriales, me refiero al propio diálogo, en sí mismo.

Por el contrario, si observamos una charla entre dos personas con alto nivel cultural, en un entorno de tranquilidad, podemos observar como, cláramente, su comunicación es digital, y además a todos los niveles. Influye para que así sea el lenguaje, el léxico, la pronunciación, la vocalización, etc.

Desde luego, el entendimiento, o la falta del mismo, que provenga de esa comunicación es algo que ya va mucho más allá de lo analógico y digital. Por muy digital que pueda ser entran otras factores mucho más complejos, como el software cognitivo y socio-cultural y el hardware mental.

Resumiendo, aunque parezca mentira, las personas, frente a frente, también nos comunicamos de forma analógica o digital. Y esta diferencia, al igual que en el campo de la tecnología, no deja de ser una barrera.